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La noche que iba a decidir su futuro, si sería rico, muy rico o totalmente desgraciado. 

Un gran pabellón, una gran entrada.

Todo dispuesto para ver al campeón europeo de los pesos pesados enfrentado a un joven aspirante que fascinaba a expertos y aficionados comunes a partes iguales. 

 

Batistta lo tenía todo, juventud, fuerza y un gancho de izquierdas demoledor. 

Lo único que le arrebató el título esa noche fue su inexperiencia. No dentro del ring sino en los vestuarios y despachos. 

 

Esa noche el entrenador del campeón había hecho los deberes, ya había hablado con el entrenador de Batistta acerca de las condiciones. 

 

 

Era el décimo asalto cuando Batistta que iba ganando el combate en puntuación, recibió la noticia. Su entrenador estaba en la esquina y le informó de que durante ese asalto tiraría la toalla, Batistta solo lo tenía que hacer creíble.

 

Batistta hizo caso omiso a las indicaciones que le llegaban desde la esquina y con una rabia descontrolada cosía a golpes el cuerpo de su rival encerrado contra las cuerdas. La campana marcó el final del  asalto y ambos combatientes acudieron a su esquina. 15 segundos más y no hubiese habido un undécimo asalto. 

 

En ese momento el entrenador de Batistta advirtió al joven aspirante de la situación real. Con una foto de la madre de Batistta en la mano hizo entender que había personas capaces de todo interesadas en que él perdiese esa pelea. 

 

 

La campana sonó de nuevo y Batistta volvió a castigar el hígado de su rival, parecía que nuevamente había hecho caso omiso a las instrucciones desde la esquina.  

Podía ganar la pelea pero no lo hizo. 

Batistta recordó la foto que su entrenador le había enseñado un minuto antes. Tenía que hacerlo. 

 

Batistta perdió aquella pelea y 5 años después solo peleaba en locales pequeños con una bolsa por el combate muy alejada de la de aquella noche. 

 

 

Era un fracasado que un día tuvo sueños más grandes. 

Batistta había perdido sus sueños pero también sus principios.

Y al percatarse de este hecho, decidió sacar tajada de ello. 

 

Por eso ahora recorre ciudades pequeñas en las que comenzar como un boxeador desconocido que poco a poco va ganando seguidores a los que fascina su todavía demoledor gancho de izquierdas. 

 

Es en ese momento, cuando la masa de seguidores locales es más grande y las probabilidades de caer derrotado son más bajas, es cuando la nueva manera de ser de Batistta sale a relucir. 

En la víspera del combate su corredor apuesta en su contra.

 

Es así como Batistta ahora es  muy muy rico.

Haciendo mucho más dinero por perder del que hubiese hecho nunca por ganar aquel combate por el cinturón de los pesos pesados. 

 

 

La madre de Batistta aún vive tranquila en Nápoles ajena a que un día hace ya más de 8 años pudo morir sin saber por qué. 

Capítulo 6. 

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